Volvamos a ser aquellos que éramos antes de enfermar

La enfermedad del alcoholismo enmascara a las personas y su verdadera personalidad. No permite que asome aquello que en realidad es y fue porque el alcohol las oculta mostrando la cara más cruel y amarga del ser: la frustración, la derrota, la falta de autoestima, las conductas patológicas, las reacciones impulsivas e inesperadas, la desmotivación, el desprecio por uno mismo, por todos, y por todo.

Nunca toleraré que alguien se justifique de ninguna conducta por estar enfermo o abusar del alcohol u otras sustancias, pero eso no quita que en muchas ocasiones, esa persona con conductas y comportamientos inadaptados y ofensivos continuamente, sea así precisamente por caer en la trampa del consumo.

El alcoholismo es una enfermedad muy grave por mucho que los intereses creados económicos o los intereses de otros consumidores que no quieren reconocerlo o tengan el temor de ser delatados, se empeñen y empecinen en minimizarla o desdramatizarla.

Eliminando el alcohol de muchos (eso que tantas y tantas veces nombramos como recuperación) asomarán auténticas, verdaderas y buenas personas que están atrapadas por la necesidad de consumir.

¿Sus malos comportamientos? Siempre son la consecuencia de esa necesidad y sumisión al consumo. Puede que ya no tengan solución los que en su pasado cometieron/cometimos, pero muy probablemente evitemos que se vuelvan a producir desde un estado de serenidad, sobriedad y conciencia plena.

» De los que me diste, no perdí ninguno» Jn 18,9

 

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