«Vísteme despacio que tengo prisa»

El mal del comienzo de año es la precipitación y la ansiedad por querer hacer infinitas cosas a la vez, saturarnos de proyectos, de ilusiones, exigirnos acciones fuera de nuestros límites, o simplemente ampliar nuestro aprendizaje en cosas que hemos hecho poco o nunca.

Digo «mal» no porque sea mal en sí, sino por la forma de  pretender hacerlo.

Ponernos metas irreales, inalcanzables, o simplemente tener prisa …puede frustrarnos y decepcionarnos más al no conseguir los objetivos, precisamente por esa desesperación y rapidez para intentar conseguirlos.

En el caso del alcoholismo es la conducta más perjudicial que tenemos al principio todos aquellos enfermos que hemos decidido dejar de beber, seguir un tratamiento, y recuperarnos: La inmediatez.

La inmediatez es la búsqueda de resultados rápidos y muchas veces con el uso de una mala ley: La ley del mínimo esfuerzo.

No es una reflexión para desanimar a nadie que se haya fijado metas sino todo lo contrario, que si lo han hecho y son enfermo alcohólicos, que recuerden que la prioridad y el verdadero objetivo es mantenerse sobrio y aprender a vivir sin alcohol.

Lo digo por experiencia propia: Todo lo que se hace sin base, con precipitación, con inquietud y ansiedad sin controlar las variables que no dependen de nosotros o están fuera de nuestro alcance, al final suele salir mal o como no deseábamos. Por eso, pienso que ilusión sí, pero con calma y prudencia.

Como dice el refranero y el titular: Vísteme despacio que tengo prisa

Feliz año nuevo