A veces, por intentar hacerlo más bien acaba por empeorarse.

La tendencia general de los familiares y amigos hacia y para con los enfermos alcohólicos que niegan y no reconocen su enfermedad es la de intentar dialogar y hacerles recapacitar para terminar claudicando consintiendo o dejándose manipular.

Con esta enfermedad no hay negociación: ¿Hay o no hay tratamiento?, ¿Se dejan ayudar o por el contrario no lo permiten?, ¿Piensan reaccionar o seguir consumiendo?, …

Por eso, todos esos intentos con mucho amor y esfuerzo acaban por resultar en vano.

El mismo consentir es facilitarle el objetivo que el enfermo viene persiguiendo.

¿Qué es consentir, en lineas generales? Ser convencidos por sus excusas, seguir facilitándoles medios y recursos para que sigan consumiendo, esconder o ser cómplice de sus actuaciones.

No se trata de intervenir con mano dura, sino con firmeza.

Comprendo que para muchos familiares que lo han intentado todo desesperadamente, esta cuestión les puede resultar muy simple en la teoría y muy complicada en la práctica, porque los enfermos alcohólicos desde el momento en que hemos enfermado y cruzado esa linea sin retorno, jugamos una partida de ajedrez muy estratégica con la intención (manipulación, imposición, miedo, mentiras y excusas) de poner en jaque a los demás.

De ahí que siempre insista en que la mejor manera de ayudar a un enfermo es conociendo primero muy bien la enfermedad del alcoholismo y así, de este modo, poderse quitar la venda de los ojos y darse cuenta de si hemos o no caído en ese juego suyo para evitar ser codependientes y enfermar con ellos.

Por eso, muchas veces la buena intención del qué quiere ayudar, si no está bien elaborada y no le guía con la firmeza y la estrategia necesaria, lo único que puede conseguir es empeorar la situación.

¿Es complejo? ¡Sí, por supuesto: en el alcoholismo todo es muy complejo y nada es lo que parece!

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