El valor no se adquiere con copas
Hablamos generalmente de los efectos más comunes que nos produce el alcohol cuando vamos revolucionados y pasados de cantidad o en el propio consumo continúo y prolongado. Pero también hay otros, menos nombrados quizá pero no por ellos igual de importantes a la hora de mantener esa conducta de consumir, como son por ejemplo «la falsa valentía» o «la cobardía disfrazada» que el alcohol nos da.
Esa sensación de seguridad y valor en el que nos sentimos cuando vamos intoxicados: indestructibles e intocables, seguros y decididos, fuertes y capaces de todo cuando hemos bebido.
Ese efecto y sensación es una mera ilusión, una percepción distorsionada de la realidad, temporal y muy breve que nos proporciona la intoxicación en las primeras horas del consumo. Luego, cuando los efectos de retirada, desaparecen y «volvemos» a ser aquellos cobardes incapaces de enfrentarse y afrontar una pequeña adversidad como contestar a alguien o coger el teléfono.
Bajo los efectos del alcohol siempre «estamos vendidos», engañados. Nos imaginamos una cosa y es otra muy distinta. De ese «valor de copas» nacen muchas peleas, discusiones, impertinencias, conflictos, etc. Claro, luego es lógico que a todo eso le sucedan las crisis de pánico, ansiedad, inseguridad y remordimiento.
Un alcohólico no está «loco», está enfermo de alcohol.
¿Parece una obviedad? Sí, lo parece, pero por lo visto la mayoría de las personas incluyendo los propios enfermos no lo llegan a comprender
¡Dejemos el consumo y vayamos por la vida de frente, a pelo, con fuerza, y no dependamos del alcohol u otras drogas para refugiarnos de nuestros fantasmas y temores!