¡Tres cosas que nunca hay que hacer!

«Lo dejo cuando quiero, lo llevo bastante bien, lo tengo controlado, sé dónde está el límite, ya no bebo tanto como antes, ahora suelo parar antes de emborracharme, procuro no abusar cuando salgo, bebo cómo lo hace todo el mundo, llevo muchos años haciéndolo y lo he manejado más o menos bien, ya no salgo tanto, …»

¿A mí qué me cuentas? ¡Cuéntatelo a ti mismo!

Tres cosas qué no hay que hacer cuando eres bebedor de trayectoria y con consumo prolongado: Aparentar, compararse, justificarse.

Todas las explicaciones sobre el consumo que se dan de más en voz alta … son siempre mal síntoma. Denotan carencia de lo que se está predicando.

Quién bebe y no tiene consecuencias ni problemas por ello, no necesita dar ninguna explicación. lo sospechoso es tirar de verborrea para explicárselo al público el modo en que bebemos.

Hace años cerré la vieja tienda de fotografía. esa tienda que ponía un cartel de «Revele aquí su rollo».

Soy alcohólico y me conozco todas las trampas, rollos, trapicheos, manejes y excusas de sobra. ¿Por qué las conozco? Porque las practiqué durante muchos años. Tanto que al final, me convertí en un especialista.

Quién esté jodido del o por el alcohol, que no se enrolle, que no se cuente películas ni así mismo ni a los demás, que coja esta misma mañana y se vaya en busca de ayuda, que existen muchos centros, asociaciones, instituciones, y especialistas preparados y formados para dársela.

Aparentar: Demostrar al mundo que sabemos beber es absurdo, porque quien sabe … no tiene necesidad de transmitirlo.

Compararse. Tomar a alguien de referencia que lo hace peor no mejora nuestros actos. Evidentemente, un «buen alcohólico» siempre se comparará con uno que beba más cantidad, con más frecuencia, y que sus conductas sean más escandalosas y evidentes. Nunca lo hará con alguien moderado.

Justificarse: ¡Vaya gilipollez y pérdida de tiempo! Cada uno es libre de hacer o beber lo que quiera, pero no hay que buscar un motivo para convencer a los demás y ni mucho menos buscar la aprobación ajena.

¡Qué nadie lo dude: El primero en enterarse de que has enfermado de alcoholismo, siempre es uno mismo!

Que no lo aceptemos, lo neguemos o nos resistamos a creerlo … eso ya es otra historia.