¿Todavía nos atrevemos a enfadarnos?
Dentro de las infinitas vilezas y maldades que tiene nuestra conducta alcohólica, una de las que me parece más osada y mezquina es la de «sentirnos ofendidos» cuando hay motivos más que suficientes para estarlos.
Somos capaces de, ante los reproches con razón, atacar poniéndonos a la defensiva, de mal humor, e incluso insultando.
«Es que me ha hace volver loco/a: Le digo algo y todavía parece que el malo/a soy yo. Es cómo si fuera él quien estuviera enfadado y disgustado porque le digo la verdad y las cosas como son. ¡No se le puede decir nada!»
Estos testimonios, cada día ya sea por mensaje,teléfono, en persona, o en la misma asociación, los escucho frecuentemente.
La mejor defensa para los alcohólicos es contraatacar, aunque no tengamos argumentos ni razón. Nos encanta el conflicto. Nos encanta crearlo. Nos encantan las discusiones, los encontronazos, los malos rollos. Todo eso nos proporciona una excusa para seguir bebiendo y engañándonos a nosotros mismos.
Luego vamos por ahí, arrastrando nuestra dignidad de barra en barra, lamentándonos y haciéndonos la víctima contando a todo el mundo que en casa no nos comprenden.
Sumergidos en nuestra propia enfermedad, vamos a ser capaces de dar la razón a los demás incluso aunque la tengan y sobren evidencias.El único momento «débil» en que podemos asentir y encajar una charla o un sermón de reproche y recriminación por nuestro comportamiento es sólo cuando la hemos hecho grande y llevamos encima ese remordimiento temporal. Después, cuando este se nos pasa, volvemos a tener la misma chulería, arrogancia, y despotismo.
Esta conducta de «hacernos los ofendidos» no es más que una estrategia de las tantas que utilizamos para sobrevivir en nuestro asqueroso y patético submundo empapado de alcohol.[youtube]https://youtu.be/cqZc7ZQURMs[/youtube]