Tanto nadar para morir en la orilla

 

«Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo total y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.» Gandhi

 

¡Cómo me gusta esta expresión! ¡Cuánto me mantiene en alerta! Cada vez que imagino lo triste y decepcionante que debe ser acabar volver bebiendo después del sufrimiento,esfuerzo y superación que supone lograr sacar un pie de este maldito infierno llamado alcoholismo, me asusta y a la vez me motiva para no hacerlo. Sólo el pensarlo,me aterroriza.

Si al nadar lo entendemos por lo que es la recuperación, si pretendemos llegar a la orilla sin perecer por el camino,lo primero que habrá que aprender,por lógica,es a mantenerse a flote y saber como nadar.

La mayoría de enfermos queremos conseguir dejar de beber sin quitarnos el disfraz de prepotentes y autosuficientes.Incluso nos molesta que alguien «se atreva» a ayudarnos. Ese maldito orgullo no nos deja ver más allá de la botella,incluso cuando nos mantenemos un cierto tiempo abstinentes.

Toda recuperación debe seguir un proceso de evolución y crecimiento. Para dar grandes pasos,primero hay que aprender a caminar. Para hacer un camino largo hay que empezar siempre por el primer paso. Pretender «vencer» a un enemigo tan potente como el alcohol no resulta tarea sencilla aunque desde «afuera» lo parezca.

Siempre visualizo la enfermedad del alcoholismo como una situación en la que desde muy temprano en la vida nos hubieran colocado en el cerebro una campanilla que se mueve y balancea haciendo un ruido cada vez que asociamos una circunstancia con una adversidad o problema. Lo jodido es que aunque dejemos de beber, esa maldita campanilla sigue ahí,en nuestra cabeza. No podemos quitárnosla pero si aprender a que cuando suena,no escuchemos el ruido que actúa como reclamo.

Dejarse ayudar significa eso;dejarse ayudar. Si nos dicen que debemos nadar de otra manera para no precipitarnos y agotar las fuerzas antes de tocar tierra, …hay que creerlo.

 

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