Submundo
Cuando estás tocado por el alcohol no sé si es realmente el infierno adónde desciendes, pero si no lo es, se parece mucho.
Tocado … y hundido.
Hablamos mucho de la enfermedad, de las consecuencias, de las conductas, … pero muchas veces, probablemente por habernos acostumbrado a verlo como algo normal, nos olvidamos de ese descenso al submundo que envuelve el consumo desproporcionado, abusivo, y enfermizo.
Un submundo surrealista, esperpéntico, donde se mezcla la fantasía con la decepción y la angustia. Donde los amigos no son amigos, son cómplices o compinches. Donde el amor es simplemente pasión por la botella, donde la ternura y bondad están disfrazadas de interés.
Pero a los enfermos … ¡Nos gusta! Nos hace sentir cómodos. Allí no se nos cuestiona, reprocha o recrimina nuestra actitud porque el resto de personajes, hacen lo mismo y no tendría ningún sentido.
En ese submundo alcohólico es donde realmente empieza la caída en picado. Es el lugar perfecto para autodestruirse, compadecerse, hundirse.
Nos sumergimos en una profundidad invisible a los demás. Allí nos vamos habituando a la derrota. Entra en acción todo lo que nos encanta y apasiona a los vencidos por la botella: Hacerse la víctima y el incomprendido. Quejarnos, lamentarnos, culpar a los demás de nuestra conducta, despotricar, conspirar, tramar, premeditar,etc.
En ese submundo se «cuece» la enfermedad.
Es fácil despistarse y bajar, pero muy complejo volver a asomar la cabeza al mundo real cuando ya nos encontramos mejor y más cómodos abajo. Esa es la pura y dura realidad del alcohol cuando lo utilizas para escapar, porque tu huida …sólo te puede llevar hacia abajo