«… sólo bebo cuando salgo»

¿Sólo bebo cuándo salgo?… Pero, ¿Entro alguna vez?

Las primeras sesiones de terapia a las que acudí cuando comencé mi tratamiento de rehabilitación de la enfermedad, me justificaba con esta frase y otras similares: » Sólo bebo cuando salgo, en mi casa nunca bebo, en mi casa no tengo nada de alcohol, para comer sólo bebo agua, …» No sé, expresiones para «demostrar» inconscientemente, tal vez, que era por eso menos alcohólico.

El alcohol anula todo: emociones, sensaciones, percepciones, actitudes,el carácter y los valores personales, etc. Entre todo, la honestidad es de las que más hiere, por ese motivo me era imposible sincerarme y conocerme bien, … porque la intoxicación no me lo permitía.

En los inicios de mi nueva vida, la serenidad y sobriedad, hizo que abriera las puertas precisamente a una gran honestidad conmigo mismo. Una honestidad muy dura porque lo que veía de mí, no me gustaba nada.

Reconocí y acepté que mi vida bajo los consumos y efectos del alcohol había sido una gran farsa y mentira, llena de excusas y trampas.

Ese «despertar» y ver las cosas como son y no como queremos o imaginamos que sean, me hizo ver que lo que decía para justificarme: «Sólo bebo cuando salgo» … era verdad. El problema es que nunca entraba, por lo tanto siempre estaba consumiendo.

No bebía en casa porque no lo necesitaba, ya que estaba todo el día bebiendo fuera y mi hogar no era un hogar, sino una leonera donde dormir la mona. Tampoco tenía alcohol porque nunca estaba y el alcohol que necesitaba lo iba a buscar fuera.

En resumen, toda justificación y comparación para minimizar la «categoría» de alcohólicos que somos, es pura verborrea para acallar nuestra conciencia e intentar demostrar que no estamos tan mal. Pero la realidad de esta enfermedad, es que no se mide dónde, cómo, cuánto, porqué bebes, sino por la necesidad de hacerlo simplemente por el hecho de no poder soportar tu propia existencia de la que tanto intentas huir.