Sin prisa pero sin pausa
Si hablamos de recuperación alcohólica hablamos de un proceso.
Un proceso largo, duro y costoso, de nuevo aprendizaje personal y social, no de unos cambios, sino del cambio.
Llevar a cabo toda esta hazaña con éxito, cuando nuestra vida ha sido guiada por los efectos del consumo, es tarea ardua y con momentos de complejidad.
Por eso, nunca me cansaré de para qué tener prisa si es para siempre.
La prisa lo único que puede es abocarnos al fracaso y recaída. No hay prisa, hay trabajo.
Nuestra recompensa no es después de la recuperación, sino la propia recuperación. De ahí que siempre afirme que ésta es eterna.
Por lo tanto, mientras me estoy recuperando ya me estoy recompensando y gratificando por volver a vivir con autonomía propia, sin dependencias, y sin nadie que dirija mis actos.
Tengo toda la vida por delante, no sólo para recuperarme, sino para disfrutarla libre de las cadenas que me ataban al consumo.