Sin pasión, … no hay nada que hacer

Hemos aceptado el significado de pasión, tal vez sería más correcto decir asociado, como algo romántico y de amor peliculero. Pero cuando yo hablo de pasión no me limito a ese simple significado en el que la mayoría de gente entiende.

Como enfermo alcohólico he tenido que pasar por etapas muy duras y las mismas adversidades que cualquier ser viviente que no tenga esa enfermedad. Me refiero a etapas de reflexión, de profundizar, de introspección, y de darle un sentido a mi vida. La diferencia más significativa, probablemente, es que cada vez que he flaqueado o me he venido abajo, que las cosas no me han salido como las proyecté desde la sobriedad, que me he agotado y desgastado emocionalmente, …siempre he tenido la botella muy cerca sobrevolando y buitreando al acecho de mi rendición.

No me ha sido fácil porque, aunque nunca he tenido ganas de beber y volver al maldito bastardo infierno del alcohol en el que la despreocupación y el mandar todo y a todos a tomar por culo se «me vendía» como una alternativa.

La conclusión es que en la vida hay que luchar mucho, luchar especialmente contra nuestros monstruos y demonios, hay que enfrentarse y afrontarlos, hay que superarse continuamente, hay que crecer y sacar siempre fuerzas de flaqueza, fuerzas de de ahí donde parece que no hay, y eso sólo se puede conseguir cuando uno se apasiona en algo en concreto.

Parafraseando a Freud, «He sido un hombre muy afortunado en la vida porque nada me resultó fácil», creo que mi apasionamiento no ha sido nada en concreto o específico como unos estudios, una meta, una aprobación ajena, una demostración de capacidad egocéntrica, y nada por el estilo. Sino que la suerte que me ha hecho tener este empuje y fuerza, en muchas ocasiones extraordinaria, ha sido mi apasionamiento en general con las ganas de vivir.

Ese ha sido mi motor, mi energía, mi fuerza, mi luz para como mínimo, seguir caminando por la senda de la serenidad y sobriedad.

Por eso, al ser la recuperación alcohólica eterna, no me puedo permitir el lujo de deprimirme, desencantarme o entristecerme por la mierda de sociedad en la que nos ha tocado vivir.

Hay factores que ayudan mucho, como la humildad, el saber encajar las derrotas, y especialmente el saber quiénes somos y tener clara la referencia de adónde venimos, pueden ayudar mucho a reforzar el mantenernos firmes con pasión e ilusión por muy duros que sean los golpes vitales y la mediocridad nos ahogue y asfixie.

Quiero dar las gracias a las personas tóxicas que me he ido encontrando estos años porque ellas me han enseñado el por qué necesitaba dejar de beber y comprender que el alcohol no era la opción (lo malo suyo ha aumentado mi fuerza interior y motivación intrínseca mía) y también a personas muy especiales que van apareciendo en mi vida y , tal vez sin darse cuenta o ser conscientes, con una sonrisa, una caricia, un pseudo o tímido abrazo, me hacen reír y disfrutar de esas pequeñas cosas que forman el conjunto del todo.

Si cuando dejé de beber me tatué en el alma «lo que no me destruye, me hace más fuerte», ahora ha llegado otra etapa de mi vida que, para contagiar, trasmitir, y dar fuerzas a otros que las necesitan mucho más que yo para escapar del infierno del alcohol, he tenido que tatuarme que «el rendirme no es una puta opción».

Mientras siga apasionado, con ganas e ilusión en lo que hago, … nada podrá conmigo.

En definitiva, sin pasión … no hay recuperación.