Sin odio pero tampoco con condescendencia
Al enfermar de alcoholismo la enfermedad es tuya, por lo tanto el único responsable de las consecuencias y de recuperarse es uno mismo.
El alcohol nos tumba. Nos abate y destroza. Acabamos por convertirnos en personas que odiamos a todos y al mundo, muy enfadadas y frustradas. De alguna manera, como excusa, hemos buscado un culpable cuando en realidad la culpa era nuestra o de nuestro consumo.
Sin odio pero tampoco con condescendencia hace referencia a ese estado que tenemos que proyectar y llegar a alcanzar para conseguir el verdadero fin de una recuperación; el bienestar.
Si pretendemos recuperarnos y sanar no podemos permitirnos el lujo de odiar a nadie. Más bien de amar y agradecer esa nueva oportunidad que nos brinda la vida de poder volver a vivir en paz.
Ese equilibrio pasa por tampoco ser condescendiente (amabilidad forzada con un interés), porque ni un extremo ni el otro son buenos para nuestro objetivo.
Dejar de beber cuesta mucho, aprender a vivir en armonía y con paz interior … cuesta el doble.
Consigue estar bien contigo mismo y podrás estarlo con los demás.
En esta frase se resume todo el trabajo: no comencemos la casa por el tejado y al inicio de la recuperación queramos gustar y quedar bien con todo el mundo, porque eso es imposible.
Por decirlo más campechano: seamos buenos, no tontos. Puede que nos sintamos culpables y tengamos la sensación que le debemos mucho a todos, pero a quién en realidad debemos mayormente es a nosotros mismos.