Todo sigue igual, ¡Revirtamos la situación, tomemos el control!
Queremos controlar: Controlar nuestras vidas, el consumo, nuestras conductas, nuestras relaciones sociales, todo lo que podamos. Al final, estamos cayendo en la mayor trampa del la era moderna; ser controlados.
¿Quién maneja los hilos de esas marionetas y peleles en qué nos hemos convertido los enfermos alcohólicos? Evidentemente el alcohol.
Pero decir «el alcohol» es muy sencillo. Habría que bucear un poco más en este asunto. Maneja y dirige nuestras vidas la vanidad, la búsqueda de la aprobación ajena, el constante intento de caer bien y agradar, los efectos de desinhibición, seguridad y grandeza que nos produce el consumo, y la capacidad que tiene éste de olvidar temporalmente la amargura, tristeza y desilusión que invaden nuestras vidas.
La única manera de recuperar el control es dejando de consumir y poniéndose en tratamiento, trabajar con mucho esfuerzo y perseverancia para no depender de nada y de nadie pero sin caer en la prepotencia y autosuficiencia. Sólo así seremos nosotros quiénes tomemos las decisiones y saboreemos los mágicos y encantados momentos que tiene la vida: desde la sobriedad y serenidad.