Si la vida te golpea, golpéale tú más fuerte.

No creo que exista nadie a quién la vida le haya ido como había planeado o planificado. Soy de la convicción que las adversidades nos vienen a todos: Tanto a los que les ha ido bien como a los que mal.Es como si nos pusiese a prueba.

Pero no por ello tenemos que victimizar y compadecernos. Tal vez esa sea lo que marca la diferencia entre los que consiguen el bienestar y los que no.

Una vez alguien me dijo que la vida se divide entre personas con éxito y fracasados y yo no estuve de acuerdo. Si en algo se tiene que dividir es en personas que alcanzaron el bienestar y las que siempre huyeron de él porque no supieron afrontarlo.

Se puede ser una persona con éxito en la vida y por dentro estar roto. Se puede aparentar una vida fracasada y quién la mantiene puede encontrarse muy a gusto consigo mismo. Hoy todo lo hemos reducido a lo material y extrínseco.

Las personas alcohólicas en el fondo «somos unos más» de esos tantos millones de personas con trastornos emocionales que siempre acaban convergiendo en la ansiedad y la depresión. Personas sumidas en la apatía, desencanto, falta de autoestima y total desilusión vital.

Es muy fácil y cómodo echarle la culpa a los golpes que nos ha dado la vida, pero quizá deberíamos preguntarnos: ¿No nos los sigue dando como consecuencia de nuestra actitud y pasividad? ¿No será que nos recreamos en la auto-compasión y lamentaciones?

 

Aquellas que después de encajar duros golpes, … se levantan y golpean ellos para no volver a ser derrotados.

No creo en los motivos que justifiquen la autodestrucción. Para mi son excusas. Sólo creo en la perseverancia y disciplina para reaccionar.

¿Qué a pesar de todo eso nos sigue yendo mal? Entonces no nos culpemos porque ya no depende de nosotros. No seamos tan vanidosos.

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