¿Quién cuida al cuidador?

Detrás de cada enfermo alcohólico enferma una familia y un entorno. Personas que de tanto cuidar, soportar, padecer, y desesperar en intentos e intentos de ayuda, acaban por enfermar ellos también.

Los tratamientos por norma van dirigidos al enfermo alcohólico y, aunque casi en todos los centros hay una área preparada para ayudar a los familiares codependientes, no reciben el mismo apoyo en duración e intensidad que el propio sujeto.

Además, los familiares que acuden a este tipo de terapias nunca son todos los que son ni los que deben. En muchas ocasiones, debido a que el alcoholismo es un «romperelaciones» muy potente, cuando el enfermo decide ponerse en recuperación hay ya muchos de «esos» que ya ni tan siquiera quieren tener contacto o se han alejado de él por culpa de su actitud y conducta mientras consumía.

Son personas que tal vez, hartos de la insostenible situación agónica, decidieron no querer saber nada más del tema porque les estaba haciendo daño a ellos y tuvieron que elegir entre salvarse o hundirse por culpa del otro.

Los que todavía permanecen a su lado y siguen dispuestos a ayudar y apoyarles, puede que crean que s suficiente con que el enfermo esté bien para ellos, así de este modo, también. Pero eso no sucede tan sencillo. La carga que se lleva arrastrando durante años suele ser un lastre muy pesado y difícil de soltar y, aunque aparentemente parezca que están bien, la realidad es muy diferente.

Es obvio que el primer paso y el más decisivo es que el enfermo reconozca y acepte su enfermedad sometiéndose a un tratamiento. Pero no hay que descuidar al cuidador,valga la redundancia, porque éste también, aunque lo niegue, necesita tal vez más que apoyo, comprensión de lo que sucedió y está sucediendo en ese proceso.