Quién busca ayuda, … la encuentra.

No dudo de que algunas personas hayan conseguido salir del infierno del alcohol por sí solas pero la mayoría, necesitan ayuda para lograrlo.

No sólo para dejar de beber, sino para aprender a vivir sin necesidad de hacerlo.

Es cierto que los mensajes sobre la enfermedad del alcoholismo son confusos, dispersos, a veces ambiguos, e incluso contradictorios. La información, como en muchas ocasiones he mencionada, viene distorsionada para que no tengamos muy claro si debemos «catalogarnos» como enfermos. De hecho, esa es la gran trampa de este entramado social que con el alcohol y la frivolidad hacia él, hacen dudar a personas enfermas si realmente lo son o no, y esa incertidumbre muchas veces les hace evitar la ayuda para no ser estigmatizado ni etiquetado, pretendiendo solucionar él mismo una compleja enfermedad en la que por norma es muy necesaria la ayuda.

Si a eso le sumamos la gran resistencia y la oposición de reconocerse y aceptarse como tales, más difícil se hace eso de pedir ayuda.

Pero si hay algo muy real sobre la ayuda: Que cuando se necesita, está. Puede que sea complejo encontrar la tecla adecuada, que haya dificultades para encontrarla o que debido a esa información tan confusa sea complicado, pero no debemos perder la referencia que muchas veces, por no decir casi siempre, no son los recursos, profesionales, centros y asociaciones, o instituciones quiénes tienen la culpa de que esa ayuda no funcione, sino la del propio enfermo por su actitud y poca predisposición a aceptarla.

Por eso, si el enfermo no quiere recuperarse, toda ayuda será en vano. Ahora, si se necesita ayuda de verdad y hay un deseo real de recuperarse, … no hay excusas porque quien busca ayuda, de una manera u otra, siempre la encontrará.