Obras son amores y no buenas razones
Un día agitado y convulso, especialmente para una mente alcohólica, en la que convergen proyectos, propósitos, fantasías, buenas intenciones con el gran y homenaje final del año para poder despedirlo consumiendo en exceso justificándolo o engañándose como si fuera la última vez.
Tanta inmediatez, impulsividad y metas muy probablemente no alcanzables (como mínimo por ahora), al igual que falsas expectativas y promesas que no se van a cumplir o se desvanecerán en los próximos días cuando volvamos a beber, provocan una frustración y desánimo, una baja autoestima y un «no gustarse», que al final se comienza el año ya arrastrando desde el principio con una carga muy pesada.
Si yo tuviera problemas de alcohol, un día como hoy fluiría, intentaría consumir lo menos posible o evitarlo, relajarme, tomarme la vida como si mañana no fuera el primer año sino que pudiera ser el primer día del resto de mi vida sin beber.
Por eso siempre me aferrado, desde que dejé de consumir, en que no hay que hablar, sino hacer.
Para despedirme y felicitar el año a tantas personas que siguen la página, si tuviera que decir unas palabras armoniosas, de paz, tranquilidad, deseo y bienestar, serían las mismas que el encabezamiento:
Obras son amores y no buenas razones