No subestimemos el poder y la capacidad destructiva del alcohol.
Estamos permitiendo que cada día esté a más fácil alcance y lo veamos (especialmente las nuevas generaciones) como algo muy normal y habitual.
Está entrando, como si de una asignatura más se tratase, en nuestro aprendizaje social.
Se habla mucho y se está haciendo nada.
Nos limitamos a buscar culpables en lugar de poner remedio.Ni tan siquiera ocupa los primeros lugares del ránking de preocupaciones: Anteponemos por delante economía, política, terrorismo, paro, etc obviando su poder.
Parece siempre que nadie tiene problemas de alcohol y que sí los tiene o le pasa a alguien, no es a nosotros.
Frivolizamos, «politiqueamos», echamos balones fuera, infravaloramos su verdadera magnitud, pero lo que estamos haciendo en realidad es ponernos una venda en los ojos o mirar hacia otro lado.
Su accesibilidad, su normalidad, su disfraz de sociable, tradicional y cultural, está consiguiendo que cada día que pasa y a medida que avanzamos … se haga más fuerte y poderoso.
El alcohol es una (por no decir la primera) de las principales causas de destrucción y anulación masiva. Un «rompevidas» o «rompefamilias» muy bien infiltrado en la sociedad.
Sus consecuencias ya son devastadoras, y con el tiempo aumentarán.
Pasar de ser consumidor a abusar, excederse o necesitarlo, cada día se hace más sencillo.
¡No subestimemos su poder, no le dejemos crecer a sus anchas!
Comencemos por concienciarnos …de verdad: Conozcamos esta enfermedad en aumento y que está contagiando a la sociedad.
Sólo desde la concienciación y sensibilización podremos frenarlo.