No se puede nadar y guardar la ropa a la vez

aunque nos parezca incoherente y hasta absurdo, para un enfermo alcohólico o alguien con problemas de abuso de alcohol, beber es su zona cómoda: La única que conoce y en la que se sabe mover y desenvolver.

Cuando nos vemos apretados y asfixiados por las consecuencias y los continuos reproches, contemplamos y amagamos con dejar el consumo para acabar con todo este infierno, pero la necesidad que nos ha creado, nos hace imposible lograrlo.

Dejar de beber no es abstenerse temporalmente hasta que se resuelvan los problemas sino mucho más: Significa cambiar. No cambiar de look o de hábitos y ambientes simplemente, sino un cambio en la manera de pensar y de proyectarse en un futuro con tranquilidad, bienestar y libre de toda esa culpabilidad y pensamientos intrusivos que nos han conducido a esa amarga derrota que se siente al verse condenado a vivir eternamente a una copa más.

Los cambios dan miedo. Los cambios nos trastocan y angustian. Especialmente este tipo de cambios en la que está nuestra vida en juego.

Tal vez lo que más nos asusta, paradójicamente, es la responsabilidad de pensar que no lo lograremos y volveremos a fallar a los demás y a nosotros mismos.

Este cambio, el recuperarse de alcoholismo, no se puede contar con palabras sino que se tiene que vivir y experimentar.

A eso le llamo «nadar», nadar libremente y dejar la ropa y esa seguridad tan reducida que hemos creado en nuestra vida en torno a unas copas. Hay que arriesgarse e intentarlo.

Eso sí, las dos las cosas a la vez no es posible.

Deja un comentario

Debes iniciar sesión para escribir un comentario.