» … no querrá venir de ninguna manera. No se considera alcohólic@»

El verdadero problema no es dejar de beber, sino seguir haciéndolo cuando ya has enfermado.

El «no querrá ir, no querrá ayuda, se enfadará,…» no es más que la manifestación de la resistencia a someterse a un tratamiento.

Los alcohólicos no queremos visitar médicos ni psicólogos o especialistas. Los alcohólicos sólo queremos visitar lugares donde haya bebida.

¿Por qué nos enfadamos cuándo se nos plantea la necesidad de ayuda? Porque ya estamos vencidos y totalmente atrapados por la necesidad del consumo y nos aterra sólo la idea de pensar que debemos dejar de beber. Por eso, acudir a un especialista o profesional, nos crea un rechazo porque sabemos que nos va a decir la verdad, y la verdad es lo que nos sucede, no lo que nosotros queremos escuchar.

Pero no sólo huiremos de visitas profesionales, sino de fármacos o visitas cotidianas por algún pequeño resfriado o un simple dolor de muelas. Preferiremos pasar ese dolor o molestia antes que tener que tomar algo que nos impida tener que dejar de beber unos días.

El alcohol en sí ya es un anestésico, y cuando estamos mal, … bebemos más para evitar ese malestar aunque el remedio sea peor que la enfermedad.

Esta «famosa» resistencia es la característica principal que define al enfermo: Evitar por todos los medios tener que dejar de beber. Nosotros, los enfermos, tenemos la fantasía de que solos, podremos conseguirlo. El simple hecho de «necesitar ayuda» nos ofende y enfada. Por eso reaccionamos incluso con hostilidad.

Este es el gran problema de la recuperación alcohólica: la aceptación de un problema por y con el consumo.

El paso más grande que puede dar un alcohólico es llegar hasta el tratamiento. Pero este paso, por supuesto, es el más difícil y complicado de dar. Si no existiera esa barrera por en medio, … muchas más personas se pondrían en tratamiento y se recuperarían.

Una fórmula o estrategia que aplicamos mucho los enfermos es desacreditar y desprestigiar a los profesionales y centros de ayuda, aunque ni siquiera sepamos como son o como funcionan.

De todas maneras, ante tal obviedad, los que están al lado, en el núcleo familiar o entorno, tienen que seguir insistiendo, intentándolo, y no perder nunca la esperanza. Saber como pensamos debe ser una ventaja para los familiares y anticiparse en estrategias para conseguir que de una manera u otra, al final el enfermo acabe poniéndose en tratamiento.

¿Enfermo de alcoholismo? sólo hay dos alternativas: vivir o beber. O lo que es lo mismo, volver a la vida o morir lenta y agónicamente no consumiendo, sino consumido.

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