«… no quería hacerlo».

 

Basta muy poco para lamentarse cuando se trata de alcohol. Las imprudencias vienen precedidas de una falta de control,o lo que es lo mismo, el alcohol domina nuestras vidas.

En ese estado de incapacidad y control,toda buena intención queda en segundo plano si no se toman medidas previas. Lamentarse después de… sabiendo que cuando bebemos algo va a ocurrir,no justifica la acción.

Las personas que no podemos beber precisamente por eso,por falta de dominio sobre los consumos (salimos a tomar una o dos copas y acabamos bebiéndonos el océano),tenemos que trabajar contra esa posibilidad. Por supuesto cuando digo trabajar me refiero a tratamiento,y éste no sólo seguirlo,sino aplicarlo.

¿Cuál es nuestra arma para que no suceda? La anticipación.

Si no podemos beber,no podemos beber y punto. ¿qué no nos gusta llamarle enfermedad,alcoholismo,trastorno,…? Bueno,llamémosle como queramos pero no bebamos si sabemos que luego vienen las consecuencias,el arrepentimiento,los remordimientos,y los «yo no quería».

Por norma,cualquier persona con moral y buenos principios no tiene intencionalidad de causar sufrimiento,conflicto,o situaciones vergonzosas,pero el exceso y abuso de alcohol altera nuestras conductas mentales,nos desinhibe, y nos hace hacer cosas y actuar de un modo diferente al que lo haríamos sobrios. Esa falta de control en el consumo y la incapacidad de saber decir basta cuando ya no somos nosotros quienes manejamos al alcohol si no este quien lo hace con nosotros,roza el diagnóstico de enfermedad a no ser que ya la padezcamos,

Deja un comentario

Debes iniciar sesión para escribir un comentario.