¿Por qué no hacemos caso de las advertencias?

¡Cómo se explica que la enfermedad que más advierte y avisa, más síntomas, comportamientos y señales nos la delaten, y a pesar de saber sus posibles riesgos y consecuencias negativas, sigamos consumiendo?

El alcoholismo no es la alarma de un despertador que te suena y te dice:¡Eh, despierta que has enfermado! El alcoholismo son las campanadas de cada día (una, dos, tres, …. hasta doce) que van sonando durante años o décadas.

Antes de llegar a un extremo crónico, muchísimo antes, ya hay avisos, preavisos, toque de atención, conductas rozando el desequilibrio y la patología, pérdidas de control con abusos, consumo prolongado, reproches y recriminaciones que luego se van convirtiendo en cuerdas para sacarte del pozo antes de que te hundas del todo, etc.

En fin, que parece que cómo más se nos pone en alerta, más de cabeza que remos tirarnos a ese pozo como si una fuerza irrefrenable nos impidiera parar, reflexionar y darnos cuenta de ese hundimiento vital.

¿Por qué lo hacemos? ¿Será prepotencia, soberbia, arrogancia, autosuficiencia de » esa» en la que no queremos escuchar más qué lo que pretendemos oír?

O tal vez lo único y más simple para entenderlo sea que esta sociedad no está preparada ni educada para tener conciencia y de tanto que hemos normalizado el consumo y nos hemos comparado en los que también beben, haya llegado un momento que hemos sensibilizado las consecuencias y de tanto minimizarla, subestimarla e infravalorarla, ya la hayamos «aceptado» como parte de nuestra cultura y aprendizaje.

Cuando el mal ya está hecho, cuando los años no han sido por días, sino por copas, es muy complejo actuar aunque siga habiendo salida. Pero sin duda, lo adecuado como «civilizados» que nos creemos, sería anticiparnos muchos años antes a que el niño o joven comience a tener el deseo de consumir para querer jugar a ser mayor.

 

 

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