No buscamos el placer de beber, buscamos su efecto.
Entre las infinitas diferencias entre un bebedor de alcohol y uno que ha enfermado, esta es una de las características más propias que definen y delatan la enfermedad: La búsqueda incesante del efecto.
Todas esas películas, historias y rollos que nos montamos para intentar convencer a los demás de que bebemos «como todo el mundo», que lo hacemos porque nos gusta o porque necesitamos unos momentos de escape y evasión a la presión asfixiante del día a día, son mentiras y excusas para no reconocer y aceptar la realidad que se esconde detrás de ello: la necesidad imperiosa de consumir alcohol que hemos desarrollado por aprendizaje alcohólico, dependencia, por consumo prolongado o abusivo, o simplemente porque ya hemos cruzado una linea, muy lamentablemente, en la que no somos capaces de existir sin la idea de tener alcohol en nuestras vidas.
Cito «existir» en lugar de «vivir» porque eso es lo que nos sucede a los enfermos alcohólicos. Simplemente existimos porque vivir es imposible con esa carga tan pesada que arrastramos por las consecuencias de los consumos.
Es incompatible beber de modo enfermizo y beber, por mucho que nos empeñemos en negarlo a aparentar lo contrario.
La búsqueda continua del efecto del alcohol para sobrellevar esa existencia es la que nos hace actuar y tener esas conductas desadaptatadas. Lo que nos convierte en «otras personas», nos hace buscar constantemente tiempo, medios y recursos sólo y exclusivamente para beber.
Es así de triste y patético pero es lo que hay.
Siempre nos queda el recurso y pobre argumento de que los demás también lo hacen, pero con el tiempo, esa excusa se desmonta y aparece la realidad: una necesidad desesperada de beber para poder afrontar lo que sobrios y serenos somos incapaces.
Probablemente el alcoholismo, una enfermedad tan tapada y disimulada que existe socialmente, sea el suicidio más cruel y agónico que existe, porque no no nos mata al instante sino que nos tortura y autodestruye lentamente con la aprobación social hasta que nos deja solamente con una copa en la mano (eso si tenemos capacidad para acabar sosteniéndola) y perdiendo todo lo que la vida nos ha ofrecido, regalado y dado en el transcurso de ella.
¿Buscas el efecto artificial del alcohol para huir de ti? ¡No lo hagas, porque allí donde huyas, el problema siempre te acompañará!
Si estás enfermo, deja de negociar, levántate esta misma mañana, y … busca ayuda.