Nadie dijo que fuera fácil.

No hay recompensa después de la recuperación. La recuperación en sí es la recompensa.

Vivimos en la era del ansia por recompensas sin esfuerzo o sacrificio. Una era en que todo lo queremos «caído del cielo», sin lucha, cogiendo atajos o buscando la solución más rápida. Una era de inmediatez.

Las consecuencias de este aprendizaje de una cultura no acostumbrada a luchar por las metas, los objetivos e ideales son la frustración, el descontento y la decepción al no conseguir muchos de ellos.

El alcoholismo es una maldita enfermedad muy grave, pero al fin y al cabo …. tiene tratamiento. Hay una salida. Hay vida después del alcohol.

Si enfermar es un proceso, también lo es recuperarse.

Un proceso que no suele ser ningún jardín de rosas. Un proceso duro, de re-aprendizaje, de enterrar mucho de lo adquirido para dejar entrar en nuestras vidas nuevas sensaciones y emociones que el alcohol nos las ha mantenido anestesiadas y dormidas.

Nadie dijo que fuera fácil, pero si posible.

No se trata de ser sufridor gratuitamente. Se trata de esforzarse mucho para conseguir volver a ser aquella persona que un día fuimos antes de que el alcohol manejara las riendas de nuestra vida, y eso no es tarea sencilla ni inmediata.

Muchas enfermedades son terribles. Algunas ni siquiera con esfuerzo o superación pueden combatirse. Pero el alcoholismo sí. Por ello, debemos superarnos y salir sí o sí siendo agradecidos a que cabe esa posibilidad. 

En lugar de quejarnos y compadecernos, … ¡Luchemos!

 

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