Por mucho que hagamos, la decisión es del enfermo.
Partiendo de esta obviedad, bien sabida y resabida por todos los que hemos tenido la desgracia de convivir con un enfermo alcohólico, debemos tomarla como una certeza para mirar el futuro con positivismo y optimismo.
¿Cómo?- se preguntarán muchos familiares, desesperados y cansados de tantos intentos de ayuda que han quedado en fracaso.
Pues anticipándonos y ahorrando esfuerzos inútiles aprovechando la energía para crear estrategias que en realidad les toque la fibra o les pueda hacer reaccionar.
Siempre insisto que sabiendo como piensa una mente alcohólica, es más fácil trabajar con ella y trasmitir lo realmente oportuno y eficaz, ahorrando la paja y yendo directo al grano.
Podemos ayudar, perdonar, darles soporte, seguimiento, acompañarles en su proceso de recuperación, etc. siempre que ellos tengan decidido dejarlo y no que lo hagan por capear el temporal, por coacción o condicionamiento.
Por eso, hay que buscar ese equilibrio que nos mantenga firmes sin ser objeto de sus tramas y trapicheos, pero a la vez estar allí cuando se necesite por si acaso esta vez, este intento, esta empresa, … es la buena y la que suena la flauta.
Así como nunca sabemos cuándo dejará de beber, tampoco cuándo reaccionará.
No hay que perder la esperanza.