Los niños son esponjas que absorben todo

¡Qué terrible es amar a alguien e intentar ayudarle cuando esa persona, por culpa de una enfermedad, es incapaz de tan siquiera verlo o saberlo! Los enfermos alcohólicos llegamos a amar tanto a la botella que incluso anteponemos su cariño hacia ella ante las personas. Lo impresionante es ver tantas muestras de amor hacia nosotros aun cuando nuestra credibilidad es cero, cuando ya han perdido la confianza de tantas mentiras y comportamientos que hemos dicho o creado, cuando quieren seguir a nuestro lado apoyándonos y nosotros intentamos hacer todo lo contrario alejándonos.

Y ahora, una vez aclarado a quién me dirijo y lo fundamental que es coordinar áreas científicas y la necesidad de aunar esfuerzos de todas las partes que intervienen en los procesos de recuperación, puedo abordar el planteamiento que he dejado en el aire: ¿Damos una buena educación?

¡No, no la damos!

“Recuerdo que cuando era pequeño, sólo veía reír y aparentar que disfrutaban algunos de mis familiares cuando en una fiesta, un evento, o una celebración, el alcohol tenía el papel protagonista. Aquel malhumorado y antipático, de repente por arte de magia se convertía en encantador y hasta se atrevía a cantar y contar cosas que a mí no me parecían graciosas. Pero la gente se reía. Como un perro pavloviano, quedé condicionado y asocié que al menos, cuando había fiesta, … no había bronca.

Pero no fue tan sencillo. Esa persona tan simpática y dicharachera, cuando desaparecía el público, se transformaba en el peor de los monstruos y pesadillas que pudiese tener un niño.

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