La procesión va por dentro

La comparación puede ser un buen modelo de aprendizaje … o muy malo.

Cuando el modelo no es lo que aparenta ser, vienen las decepciones.

En el caso de los alcohólicos, esta máxima se suele dar casi siempre.

Los alcohólicos nunca mostramos nuestra enfermedad. Nos camuflamos de bebedores sociales, de personas extravagantes y divertidas, con un saber vivir intensamente, y con una apariencia externa de triunfadores, que todo nos va bien, presumimos de despreocupados, y nos permitimos el lujos de con mucha prepotencia y arrogancia, ser socarrones y reírnos de todo y todos.

Esa es la apariencia. La realidad, otra muy distinta.

La realidad de un alcohólico es que es un drogadicto, enfermo mental, que sufre mucho interiormente, y qué sólo vive para y por consumir por la necesidad imperiosa que tiene. Todo lo que hace, dice, cómo actúa, sus representaciones, etc. son un mero mecanismo»casero» de defensa construido sobre una base de reproches y experiencias patéticas, lamentaciones, y situaciones ridículas vividas durante sus décadas de consumo prolongado, de abusos, y de destrucción de su entorno natural y su propia esencia.

Nunca tengamos envidia de » cómo vive un alcohólico», porque por muy divertido e interesante que nos parezca su forma de ser y de tomarse las cosas, os aseguro por mi propia experiencia y la de todos mis compañeros rehabilitados que esa parafernalia no es más que una actuación hacia el mundo para demostrar algo que no es así, sino todo lo contrario.

Si pudierais bucear en el alma de un enfermo alcohólico … os entristeceríais mucho de ver las miserias, la flagelación interna, y la tortura que sufre al vivir encerrado dentro de una botella.

Nada es lo que parece. De sobra es conocido, por muy refranero que me ponga, que las apariencias engañan y que la procesión, especialmente en un enfermo alcohólico, … siempre va por dentro.

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