¡La noche que te perdiste ayer!

Siento mi sarcasmo, pero esta es mi expresión preferida por lo absurda y surrealista que resulta para definir la auténtica distorsión de la percepción que tenemos los alcohólicos.

En primer lugar, ¡Es curioso: justamente no estoy y se monta la mejor juerga!

Seguidamente, dejar claro que con toda certeza, al no ir no me perdí nada sino que gané. Gané tranquilidad, evitar ruidos y conflictos, gané salud y descanso, gané por todas partes porque por ejemplo, en mi caso cuando yo consumía, no eran un par de copas sino tropecientas, y por muy divertida que hubiera sido la velada, seguro que ni me hubiera enterado de lo mal que habría ido.

Pero vamos a la realidad  y no a la fantasía alcohólica. Seguramente cuando me dicen que «me perdí algo» es que me perdí lo de siempre: tonterías, a alguien haciendo el ridículo por abusar del alcohol o una circunstancia patética que a todos les hizo mucha gracia ( esta gracia es exagerada, distorsionada y potenciada por los efectos del alcohol) o simplemente una «noche más» de surrealismo y esperpento.

Abusando del alcohol o beber hasta perder el control llegando a la intoxicación, no son juergas sino son jornadas anestesiadas.

Todo se exagera y magnifica. Se ríe sin sentido, las personas entran en otra dimensión lo universo, los sonidos se amplifican ( a más copas más intensidad de ruido y vociferación), se hacen tertulias sin sentido y absurdas hablando de lo que no se sabe, se profesan un cariño y un amor hasta en personas que ni siquiera se pueden ver, se discute con facilidad, hay malos entendidos y malas interpretaciones a diestro y siniestro, se desinhiben y las conductas son impropias de la persona, …

En fin, cuando de verdad abandonamos ese mundo y aterrizamos en el planeta tierra … nos damos cuenta que lo que perdimos viviendo no fueron noches de juerga, sino media vida.

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