La mentira más grande,de las tantas de un alcohólico, es la que se su propia mente le ha preparado.
De tanto engañar a los demás, acabamos siendo nosotros los verdaderos engañados.
El alcohol tiene trampa. Nunca me canso de publicarlo.
Si fuera tan fácil y sencillo de salir de una enfermedad como el alcoholismo, esta sociedad no estaría tan enferma por ello.
Incluso la recuperación y tratamiento ya se plantean con un enfoque muy distorsionado.
Un tratamiento no es apuntarse a una academia de idiomas o de informática, a un carnet de conducir, a un grado de enseñanza o a una especialidad de formación profesional.
Recuperarse no consiste en «ira clase» o «examinarse de algo». No es necesario tener buena actitud y conocimientos. No hay un examen final en que se te da un título, un diploma o una acreditación.
En la recuperación alcohólica no está en juego sólo tu futuro, sino tu presente e incluso tu pasado.
Lo que debemos hacer los alcohólicos, es romper con ese bucle y círculo vicioso que nos ha creado la necesidad de consumir tanto física como psicológicamente y que nos causa consecuencias para poder llevar una vida normal y tranquila.
Mentimos, trapicheamos, timamos y estafamos, juramos en falso, hacemos falsas promesas, hablamos de expectativas inalcanzables, convencemos y manipulamos a todo nuestro entorno, nos justificamos, ponemos excusas, … pero eso no son más que las consecuencias de nuestra enfermedad.
Pero todas esas mentiras se resumen y reducen a una: Nuestra propia mente nos ha traicionado y engañado para hacernos creer que las recompensas y lo agradable de esta vida vienen del interior de una botella.
Y, dentro de una botella de alcohol, … sólo hay drama y miseria.