La importancia de la «primera copa»

«Por un par de copas no creo que pase nada».

Este es el pensamiento «roto» de nuestro cerebro. Los alcohólicos, por muy mal que lo pasemos y suframos en esta enfermedad, por mucho remordimiento y arrepentimiento, culpa y vergüenza por nuestra conducta, actitud, y consecuencias de los comportamientos fruto del abuso de alcohol, … seguimos «insistiendo» en querer aprender a beber y a controlar la cantidad y las frecuencias de consumo, como si no nos pasara nada preocupante.

Una de dos: O el cable se ha roto o el alcohol ya manda.

Todo lo que nos pasa y pueda ocurrir en un futuro por culpa del consumo, siempre empieza por una primera copa. Si no tomáramos esa, el resto no sucedería porque no vendría otra, y otra, y otra,…

Es cierto que resistirse a tomar la primera copa es pura fuerza de voluntad y abstinencia forzada. En ese momento, los que somos enfermos, comenzamos una batalla muy dura interna. Cada milésima de segundo nos ataca el pensamiento obsesivo de » Y, ¿Si sólo me tomara una?». Esa resistencia nos hace tener todas las alarmas puestas y concentrarnos en no hacerlo porque todavía tenemos fresca la memoria y los siniestros que nos han llevado a tomar la decisión de parar los consumos (porque nos han coaccionado, obligado, condicionado, por un susto o rozar alguna tragedia, por hacer el ridículo, por arrastrarnos por culpa de ir bebidos permanentemente, por una lesión física o algún trastorno psicológico o patología asociada o derivada del consumo, etc.)

¡De eso se trata la recuperación! Consiste en convertir esa resistencia en una oportunidad: A medida que avanzamos en la sobriedad, vamos entendiendo y comprendiendo que nuestra vida había sido secuestrada por la botella y que era quién realmente llevaba las riendas de nuestra vida. Por eso, poco a poco y con mucho trabajo y esfuerzo, sacrificio, constancia, perseverancia y especialmente redescubriendo la posibilidad de que existe vida más allá del alcohol, nos vamos asentando en la idea de que de verdad somos enfermos y no se trata de cuántas copas, de con qué frecuencia bebemos, de cómo lo hacemos, ni cuestiones similares. Sino que vamos comprendiendo que una copa es el detonante del resto de las consecuencias.

Para tener una buena recuperación alcohólica hay que aprender a vivir sin luchar ni ofrecer resistencia al alcohol, sino simplemente andar por otro camino donde este esté cada vez más lejos y apartado de nuestros planes. Así como un día nos volvimos alcohólicos, siguiendo el proceso a la inversa, … algún día nos convertiremos en rehabilitados.

1 Comment

  1. Enrique Román Martinez en Facebook el 11 julio, 2016 a las 8:20 am

    Buenos días, que peligro, la primera copa, es justo el desencadenante de la riada que vendrá detrás de esa primera copa.Leer más ..

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