La ilusión de todo enfermo alcohólico
Todos los que hemos enfermado de alcoholismo (lo reconozcamos o no) tenemos la misma fantasía: Poder beber pero sin consecuencias.
Eso va más allá de la incompatibilidad, eso es imposibilidad.
Si hemos enfermado entran muchas variables en juego que hacen que obligatoriamente tengamos consecuencias de todo tipo (físicas, psíquicas, y sociales). La dependencia, la necesidad, la tolerancia a la sustancia que hace que cada vez necesitemos más cantidad, la búsqueda de un efecto de recompensa, el abuso, el consumo frecuente y prolongado, los episodios de intoxicación aunque sean esporádicos, la pérdida de control, … y un sinfín de conductas y comportamientos en nuestra «relación» con el alcohol, hacen que esa fantasía se convierta más bien en una utopía.
Independientemente de que aceptemos o neguemos la derrota, ésta hace su trabajo. Cuando el alcohol maneja las riendas de nuestra vida, se instala y se impregna en nuestra esencia, por mucho que busquemos alternativas para seguir consumiendo sólo conseguiremos aumentar y empeorar la enfermedad.
Me ratifico una y otra vez y así las veces que haga falta: Si dedicáramos sólo la mitad de tiempo a seguir un tratamiento y comprender la enfermedad a querer «aprender a beber», se doblaría o triplicaría el éxito en la recuperación. Lo triste es que sucede lo contrario y pasamos más tiempo intentando controlar que asumiendo nuestra situación real.
Quien sea o se considere alcohólico y tenga ese «sueño» o «ilusión», si quiere recuperarse … ya se puede ir despidiendo de él.