La culpabilidad que tanto nos pesa
“Yo habría podido”, “Lo que habría sido si no”, “Cuando era más joven”. Y así, entre batallitas, algunas medianamente ciertas y otras no, nos recreamos viviendo de recuerdos echándole la culpa a algo o a alguien de nuestro fracaso o de no éxito.
Hay algo de cierto en todas esas historias del pasado de las que presumimos y magnificamos: que la culpa la tuvo algo, pero no un algo cualquiera, un hecho en concreto, una circunstancia, una falta de ayuda o un empujón como muchas veces nos lamentamos y compadecemos, sino algo muy real: la botella.
Esto me dio fuerzas para no anclarme en el pasado y compadecerme, sino fuerza para mirar hacia el futuro y conseguir que la sociedad, que en muchas ocasiones se comporta de un modo hipócrita rompiese con el mito de “que nadie cambia”.
Sí, la gente puede cambiar, puede rectificar, puede tener segundas oportunidades, puede reinventarse, resetearse, reiniciarse, volver a comenzar y lo más importante, … puede salir del maldito infierno del alcohol.
Parto de la premisa de que recuperarse no es abstenerse, sino aprender a vivir sin la necesidad de beber. Imaginar, visualizar y proyectar un futuro donde el alcohol no entra ni siquiera en imágenes.
Porque arruinar el presente, con un pasado que no tiene futuro