La culpa, vergüenza y orgullo no pueden ser el freno de nuestra recuperación.
Sería mentir descabellada, imprudente e insensatamente afirmar que estas emociones no nos dejan muy «tocados» y lastimados cuando llevamos años consumiendo de un modo enfermizo, abusando o perdiendo el control.
Todo alcohólico tiene un largo historial de experiencias por ir intoxicado que le hacen tener muy baja autoestima y autoconcepto , sintiendo un gran vacío cuando decide parar los consumos y ponerse en tratamiento para recuperarse.
La herencia alcohólica es una carga muy pesada: La vergüenza que sentimos por nuestro comportamiento, la culpa de haber actuado de este modo, y el orgullo de no querer, al inicio, reconocer, asumir y aceptarlo, hacen que la recuperación se ponga muy cuesta arriba.
Todas las personas que nos rehabilitamos debemos pasar por esta experiencia. Pero es necesaria gestionarla y saber reconstruirse con firmeza, perseverancia y mucha paciencia para lograr volver a ser aquella persona que fuimos antes de quedar atrapados por el consumo y los efectos de las sustancias.
Si nos anclamos en el pasado, por muy doloroso que sea, no conseguiremos avanzar hacia un futuro.
Una persona que quiera salir del infierno del alcohol y las drogas debe ser muy valiente, aceptar y apechugar con lo que ha ha hecho, y tirar hacia adelante con mucha fuerza e intensidad para mejorar y crecer como persona.
Tengo muy claro que la mayor recompensa que puede ofrecer la rehabilitación de esta enfermedad es recuperar valores y principios como esa dignidad que nos dejamos en alguna botella o barra de un bar.
Ya sabemos que el pasado fue amargo; vayamos a por un presente dulce y un futuro de bienestar. Arrastrando el lastre de la culpa, la vergüenza y el orgullo …será complicado.
Está claro que no se borrará de nuestro historial, pero eso no significa que aprendamos a trabajarlo de tal modo que no nos impida avanzar y recuperarnos.
Nunca deben ser un freno, más bien una motivación para saber lo que no debemos repetir.