Honestidad
Por muy mal que se encuentre el enfermo nunca hay que menospreciar o infravalorar la gran capacidad que ha desarrollado de mentir, manipular y conspirar para sobrevivir en su propia cárcel personal. Intentamos buscar explicaciones o respuestas sencillas a una mente muy compleja y diseñada para aprender a vivir en un mundo que no es el suyo, por eso nos cuesta tanto llegar hasta él.
Ponerse en tratamiento y aceptar lo que nos ha sucedido por haber enfermado. Entenderlo, comprenderlo, asumirlo y reaccionar con una recuperación alcohólica o por consumo de otras sustancias que nos convierta en mejores personas, aprovechando no sólo la abstinencia sino el crecimiento personal, la reflexión e introspección que vamos a experimentar durante el proceso.
Para vivir un presente y construir un futuro, independiente de la edad que tengamos, si somos enfermos hay que comenzar a cerrar puertas y abandonar conductas muy negativas adquiridas durante la enfermedad para dar paso a nuevas expectativas e ilusiones proyectadas desde la sobriedad y serenidad que ésta nos proporciona.
De ahí que el trabajo, el esfuerzo y la perseverancia para lograr un nuevo aprendizaje para convivir con los demás y con nosotros mismos sin refugiarnos en el consumo o el efecto que nos proporciona, resulta un proceso, duro y de mucha reflexión, introspección y comprensión.
Debemos aceptar, asumir y reconocer que hay que reprogramarse y con mucha humildad, honestidad consigo mismo y por supuesto manteniendo la abstinencia para que el alcohol suelte ya de una maldita vez las riendas de nuestra vida. Ponerse a trabajar en recuperar primero a la persona que se esconde detrás de cada enfermo.
Es imposible salir del infierno si a uno le gustan las llamas del fuego. Está muy bien tener voluntad, buena intención, ganas de recuperarse y superar esta condena que nos persigue y atormenta, pero todo es en vano si el primer paso no es la honestidad y sinceridad para y por uno mismo.
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