» He muerto y he resucitado …»

Ayúdame y te habré ayudado.

Ya no persigo sueños rotos …

¡Ayúdame! Qué frase más hermosa. Pedir ayuda no está de moda. Vivimos en un mundo en que «pedir ayuda» es síntoma de vulnerabilidad, debilidad y fragilidad. Todos queremos hacer las cosas con soberbia y autosuficiencia a nuestro modo.

Pero la vida no es cómo nosotros queremos sino como es y punto. No siempre las cosas salen como las habíamos planeado y mucho menos soñado.

Al enfermar de alcoholismo aceptando y asumiéndolo, me di cuenta que tenía la oportunidad de entrar de nuevo en la vida con sus placeres y amarguras sin seguir siendo un muerto viviente. Es más, no vivía sino simplemente existía.

Para poder ayudar a otros primero hay que comenzar por ayudarse a uno mismo. Mientras estemos intoxicados o bajo los efectos de alguna sustancia que distorsionan o alteran la percepción de la realidad, jamás podremos reencontrarnos con nuestro verdadero «yo». Siempre estaremos actuando e interpretando papeles que no son reales.

Dejar de beber y recuperarse va mucho más allá que la simple abstinencia. Recuperarse es renacer, reinventarse, y ¿Por qué no?;resucitar.

No hay nada nuevo bajo el sol ni nada tan complicado que no se pueda «descomplicar». Cuando el alcohol o las drogas nos han vencido, sin morir ya estamos muertos. ¿Volver a vivir? Depende exclusivamente de nosotros mismos.

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