Factura alcohólica

La herencia que adquirimos, la herencia que dejamos.

Aunque nos pongamos en tratamiento y comencemos a recuperarnos, siempre tendremos un bagaje de actitudes y comportamientos que han desagradado, molestado, e incluso lastimado a muchas personas.

Por otra parte, sin recuperación la misma enfermedad no acaba cuando muere el alcohólico, sino que toda la destrucción que ha sembrado durante su trayectoria de consumo, queda en su entorno próximo y futuras generaciones.

De una manera u otra (parando o continuando bebiendo) siempre hay un legado y una carga muy pesada de digerir.

Pero a mí quién me interesa es siempre aquellos que sí, que se atreven y dan (damos el paso) de decir ¡Basta! e intentamos comenzar una nueva vida sin la esclavitud del alcohol.

A éstos, desde el momento en que comienzan un proceso sin consumo, la recuperación con su sobriedad, serenidad, y profundidad, les da una nueva perspectiva y percepción muy diferente a la que tenían cuando consumían.

Todo comienza a ponerse en su sitio y poco a poco vamos recuperando pequeñas cosas o pequeños detalles que habíamos perdido u olvidado. De repente comenzamos a saborear y contemplar, a pasar de existir a vivir, a dejar el remordimiento, la culpa y la vergüenza atrás en el camino, y a comenzarnos a sentirnos personas.

Pero la losa del pasado puede convertirse en nuestra ancla hacia el futuro.

Si uno no sabe admitir y gestionar que todo lo que hizo durante décadas no lo solucionará en unos meses o un par de años, tarde o temprano cederá a la presión vital y le rondará por la cabeza el fantasma del alcohol susurrándole al oído y a su conciencia: ” ¿No crees que estabas mejor bebiendo?

para poderse recuperar hay que ser honestos consigo mismo, y la honestidad comienza por saber que existe una herencia alcohólica que no desaparecerá si no es con mucho esfuerzo, trabajo y perseverancia.

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