Esta partida, … la jugamos todos.

¿Exagerado? ¿Dramático? ¿Apocalíptico? … ¿ Por decir la dura y cruda realidad de esta enfermedad? ¡No, realista! Así me considero cuando cada día me esfuerzo en concienciar de que el alcohol no es cosa de unos pocos o de algunos colectivos marginales.

Esta mañana me despierto con titulares de prensa que para la mayoría de personas son descabellados (Bombero detenido ebrio, taxista juzgado por ir ebrio y drogado enfrentándose a la policía, etc) y para mí, son habituales.

Yo no vivo de leyendas urbanas ni tengo ninguna necesidad de magnificar o inventar ninguna situación porque lo vivo cada día con discreción y confidencialidad, pero la realidad supera la ficción y veo o he visto todo tipo de colectivos.

Que conste que mi política o método de trabajar nunca es haciendo leña del árbol caído ni aprovecharme de este tipo de sucesos para transmitir un mensaje de concienciación. Soy consciente y sé perfectamente que el alcohol está en todos los colectivos por muy inimaginable o sorprendente que nos pueda resultar. De hecho, mi respeto hacia esas personas ( si son enfermas)por mencionarlas porque no pienso juzgarlas ni «condenarlas» por hacer algo que yo, hasta sólo hace unos años hice casi toda mi vida; consumir.

Pero como he dicho en el titular, en esta partida … jugamos todos. Aquí no hay participantes y espectadores, sino que cualquiera, indistintivamente se su condición social, cargo, profesión, género, edad, etc. puede tener serios problemas de alcohol o haber enfermado.

No se trata de acusar a nadie en particular ni de señalar con el dedo a ningún colectivo, pero hay que aprender a mirar a los enfermos con humildad como a personas. Es cierto que sus conductas pueden ser molestas, ofensivas, agresivas, e incluso peligrosas especialmente por su profesión. No es lo mismo el riesgo que ocasiona un conductor de autocar que transporta centenares de pasajeros a diario que una señora de edad que vive sola y está enferma, aunque nadie está exento de indirecta o colateralmente de provocar una tragedia por culpa del consumo. Por ejemplo, el conductor tiene más riesgo si ha bebido, pero cuando se comprende la enfermedad y se observa y analiza objetivamente desde todas las perspectivas, esa pobre señora de edad que no tiene a nadie a su cargo ni bajo su responsabilidad, siendo enferma alcohólica va un día y se deja la sartén encendida y prende fuego a una finca con cientos de vecinos.

El alcohol consumido con moderación, prudencia y responsabilidad no tiene por qué hacer daño, pero sí el exceso, abuso, el consumo prolongado, o la forma de beber de riesgo. Por lo tanto, mi deber moral es alertar de las posibles consecuencias,no de crear ninguna cruzada contra el consumo.

¿Por qué? Porque soy alcohólico y sé bien lo que hizo en mi persona, como me destruyó, me hundió, y las veces que me hizo rozar la tragedia.

Por lo tanto, no juzguemos, no estereotipemos, no minimicemos y restemos importancia, y tomemos, aunque sólo sea cada día un poquito más, conciencia de esa «partida» que antes mencionaba.

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