El enfermo alcohólico no debe salvar al mundo; suficiente con salvarse él.

Toda esa información, manipulación, estímulos externos, malas ondas y toxicidad que nos vomita a diario una sociedad tan enferma como esta, … si hemos enfermado de alcoholismo, nos tiene que importar una puta mierda. Lo qué debe preocuparnos es conseguir volver a estar bien nosotros.

Para estar bien con los demás primero debes comenzar por estar bien tu mismo.

Con esta máxima por bandera, empecé mi proceso de recuperación y pude cada día alejarme un poco más de la botella.

¿Egoísmo, decían algunos? ¡No, Amor! Amor para y por mí por conseguir un bienestar que luego me permitiera trasmitirlo a los que me querían y rodeaban.

Es cierto y evidente que los problemas y adversidades, el rencor, odio y desencanto, crecen progresivamente y con más fuerza cada día. Pero en realidad, … ¡Esa no es nuestra guerra!

Nuestra guerra es unidireccional y va desde adentro a afuera: A medida que comencemos a querernos, a valorarnos, superarnos y lograr que no sea el alcohol quien piense, decida y actúe por nosotros, el resto cambiará o se recompondrá solo.

Cuando estamos muy enfermos y más de una dolencia tan  grave que además de física es psico-emocional y social, como el alcoholismo, no estamos para tonterías que ni nos van ni nos vienen.

La humildad y la honestidad son armas imprescindibles para recuperarse: en el momento que vayamos adquiriéndolas, nos daremos cuenta de que nada es tan importante que nos impida dejar de cuidarnos y querernos a nosotros mismos en primer lugar.

Claro que lo qué sucede no nos debe ser indiferente. Pero antes, yo comenzaría por arreglar nuestra grave y agónica situación, poniéndonos en tratamiento y sanear y desintoxicar ya no sólo nuestro cuerpo, sino también la mente.

Como más avancemos en la recuperación y nos vayamos encontrando mejor, observaremos todo lo demás desde otra perspectiva menos contaminada y sucia.

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