Encantadores de serpientes … a la baja.
Todo truco maravilla y sorprende hasta que se sabe cómo se hace. Luego pierde su eficacia e impacto hasta quedar en algo ordinario que se desvanece.
Los alcohólicos desarrollamos un sexto sentido tremendo e increíble: Una capacidad de convencer, manipular, mentir y engatusar cual genios de la magia con un ingenio y una astucia inimaginable para poder sobrevivir en el consumo.
Nos convertimos en auténticos artistas «del alambre»: funambulistas, acróbatas de la cuerda floja.
Seremos capaz, cuando la necesidad de la enfermedad nos obligue, de sacar alcohol de debajo las piedras o de vender neveras en el polo norte.
Esta capacidad nos hará incluso a llevar a crear la incertidumbre sobre las personas que nos aman, haciéndoles creer en muchas ocasiones que son ellos lo que se equivocan o haciéndoles sentir culpables, mediante nuestras artimañas y excusas, mentiras despiadadas y frecuentes.
Convertiremos nuestra vida, por culpa del consumo, en una gran burbuja de mentiras, rollos, excusas y chanchullos que cada vez se hará más grande y complicada de mantener sin que explote.
Pero al final, como todo truco de magia que es descubierto como se hace, acabaremos que de tanto engañar, perderemos esa capacidad e iremos a la baja.
Para resumirlo de una manera más gráfica: Pasaremos de «encantadores de serpientes» a «el siempre con la misma historia».
El alcoholismo es una enfermedad sin salida airosa o triunfal: siempre terminará por destruirnos y destruir a los demás.
¿La única manera de evitarlo?
¡Tratamiento!