Después de la tormenta siempre viene … otra tormenta.
Con el alcoholismo, el dicho no se cumple y la calma, no llega nunca.
No sólo es que venga otra tormenta, sino que la próxima siempre viene con más fuerza.
Cuando cruzamos el límite y la enfermedad nos ha atrapado, cualquier intento que no sea dejarse ayudar o recibir tratamiento es un esfuerzo inútil y en vano.
No subestimemos la gravedad de esta enfermedad; el alcoholismo.
Podemos sortear adversidades «de aquella manera», podemos ir solucionando situaciones cotidianas «parcheando, podemos engañar, mentir y manipular temporalmente para sobrevivir y seguir consumiendo a pesar de que cada copa es un palazo que cava nuestra fosa, pero lo que no conseguiremos jamás que es la enfermedad se vaya por sí sola, con el tiempo, o por extraño sortilegio.
Vivir siendo alcohólico es vivir permanentemente en la tormenta. Cuando las fases son ya avanzadas, alcanzamos el nivel de la tormenta perfecta.
¡No, no va a amainar! Puede que se despeje un poco, pero la tormenta permanecerá ahí, siempre sobre nuestras cabezas.
¿Quieres vivir en el buen tiempo?
¡Ponte en tratamiento!
No intentemos solucionar una situación en la qué hace mucho tiempo que perdimos el control de ella. Encerremos la soberbia, la arrogancia, el orgullo, la prepotencia y la autosuficiencia en un cajón con llave y …demos dos vueltas a la cerradura.