Desenamoramiento y desencanto

 

Con cada copa y trago que pegamos … vamos matando un poco de amor.

Son incontables las consecuencias fruto del consumo abusivo o prolongado. La huella del alcoholismo es una pisada muy fuerte y profunda. A medida que enfermamos vamos deteriorando nuestro entorno y hogar. Lo vamos desmontando lenta pero progresivamente.

Pero donde más daño hacemos los alcohólicos directamente es en los sentimientos y emociones de las relaciones que tenemos, ya sea con pareja o familia.

¡Hartamos, aburrimos, hastiamos, …desgastamos!

La enfermedad nos conduce a un «punto sin retorno». Un punto cruel en el cual ya no tenemos ni capacidad para darnos cuenta de todo lo que estamos destruyendo a nuestro alrededor.

No se trata de «ellos». No es cuestión de si nos aman, nos quieren, nos protegen. Se trata de «nosotros». Mientras la botella esté en nuestra vida, podremos parchear algunas situaciones pero jamás solucionarlas o conseguir que vuelvan a ser como fueron un día.

Luego vienen los lamentos, los lloros, las súplicas y la etapa de incomprensión: ¿Por qué me ha dejado? ¿Por qué ya no quieren saber nada de mí? ¿Por qué no me creen? ¿Por qué me desprecian? …

El amor con alcohol es incompatible. Siempre ganará la botella en cualquier tipo de relación. Si elegimos continuar bebiendo, no debemos extrañarnos de que las personas caigan en el desamor y desencanto. Es la única opción que les damos.

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