Hay que dejarse de «venderse» tanto y comenzar a «comprarse» un poco más.
Esta obsesión, tan inculcada socialmente y que todos practicamos, de venderse para ser un ganador puede pasarnos una factura muy cara a nuestras metas, objetivos y expectativas en general.
El querer aparentar, ser más, alimentar el ego a lo bestia y siempre salir victorioso sin apenas esfuerzo o sacrificio puede volverse en contra.
Los enfermos alcohólicos como yo y muchos otros más, hemos estado tan ciegos durante los años de consumo que no podíamos pensar con claridad. Todo era confuso y cabalgaba entre el surrealismo y la fantasía. Acabamos por llegar a desconectar de la realidad y quedarnos atrapados dentro de una botella.
Lógico que nuestra autoestima, el concepto que tenemos de nosotros y el que los demás tienen de nuestra persona esté por los suelos. Ya no es que estemos desmotivados, sino tristes, decepcionados, frustrados y con esa amarga sensación de derrota.
No sé ni me interesa que harán los demás, pero para gente como nosotros que ha llegado a este lamentable estado, bien sea por el alcohol y las drogas u otros trastornos con efectos psicológico similares, debemos comenzar mucho antes de iniciar una recuperación por aprender a volver a querernos.
Ese «volverse a quererse y gustarse», se llama «comprarse», no «venderse».