De torturados a torturadores
La creencia básica de que el exceso de alcohol u otra sustancia nos «sirve» en momentos determinados para evadirnos y desconectar produciéndonos una sensación de bienestar temporal y placer, en plena segunda década del SXXI, …debe desaparecer y disociarse ya de una vez.
Ya hemos madurado como sociedad y «hemos recogido los frutos» a modo de consecuencias trágicas y desastrosas de lo que es en realidad el exceso, abuso o consumo prolongado.
Nuestra experiencia debe servir para allanar el camino a otros y no perjudicarles o poner trabas fomentando y haciendo apología de una situación que sabemos por experiencia que errónea.
El alcohol y las drogas no traen nada bueno a medio o largo plazo.
El alcoholismo, por ejemplo, es el claro ejemplo de que no es una mera conducta o enfermedad individual, sino colectiva: cada vez que uno enferman, caen detrás muchos más de la familia o el entorno.
Cuando enfermas, y sé de lo que hablo con absoluta certeza, de diversión … no hay nada de nada.
Es más, entras en un bucle, una espiral de amargura y frustración que te auto-destruye y tortura lentamente. No sólo es jodido en sí ser alcohólico, sino también en la forma cruel en que lo hace: agonizando.
Y una vez en ese círculo vicioso, la rabia e impotencia de vernos incapaces de salir de esa tortura nos hace convertirnos a nosotros en torturadores: amargamos la vida a los demás, les dañamos, les ofendemos, les preocupamos, les angustiamos, …
Seamos maduros y consecuentes: retomemos la coherencia y actuemos de inmediato poniéndonos en tratamiento cuando ya vemos con creces que hemos superado esa linea de bebedor a enfermos alcohólicos.