De despertarme con un sobresalto a hacerlo de un salto.
¡Que diferencia abismal hay entre el significado de estas dos palabras similares!
Despertarme de un sobresalto: Hacerlo con esa sensación de angustia e incertidumbre por no saber que había hecho la noche anterior. Comenzar a activarme, desperezándome y siendo invadido por miles de pensamientos simultáneos desordenados y de confusión que me generaban una tremenda y desesperada ansiedad.
Así eras «los días después» del consumo. Comenzaron siendo esporádicos para convertirse en frecuentes y habituales.
No es que tuviera un mal despertar, sino que ya despertarme era una agonía.
Muchas veces he comentado que me sentía tan mal conmigo que sólo levantarme ya deseaba que fuera de noche otra vez para irme a dormir.
El abuso de consumo, las largas horas de borracheras, los continuos excesos … eran el detonante de esa bomba que estallaba diariamente cuando se iban los efectos del alcohol.
Hoy en día, instalado en la sobriedad, serenidad y tranquilidad de vivir una recuperación alcohólica, me despierto de un salto. De un salto de alegría, fuerza y vitalidad, tranquilidad y paz, con ganas e ilusión, dinámico y con muchas ganas de ponerme en marcha.
¿Dónde está la diferencia?
Evidentemente en querer y elegir vivir con o sin la botella.