De beber a ser bebido

Nos obstinamos en buscar una frontera para delimitar con claridad y concisión dónde está la diferencia entre bebedor de alcohol y enfermo alcohólico. Lo hacemos con insistencia todos los consumidores de alcohol que por frecuencia, cantidades, años de consumo y trayectoria, o consecuencias, hemos tenido alguna vez que plantearnos o hacernos esa pregunta interior y muy personal de forma retórica: ¿Seré alcohólico?

No todo bebedor de alcohol será alcohólico pero sí todo alcohólico necesariamente será bebedor de alcohol.

Respecto a la respuesta de esa posible duda sobre nuestra «etiqueta» (sería más adecuado decir diagnóstico, pero estamos en la era del etiquetismo), en el titular ya estoy despejando muchas incógnitas aunque éste parezca incoherente (nadie puede ser bebido, literalmente).

Pero sí se puede «ser bebido», absorbido, abducido, esclavizado, secuestrado, … y muchas más circunstancias cuando pierde el control de su vida.

Todos los bebedores comenzamos por ese paso:beber. Lo hacemos por diversos motivos que van desde los más habituales y frecuentes como son relacionarse, socializar, homenajearse, y formar parte de esa tribu global llamada mundo, hasta los que lo utilizan para escapar, relajarse, tranquilizarse o como medicación por su efecto sedante.

Lo que sucede es que el alcohol es Don tramposo y todo eso que nos da al principio, nos lo va quitando al final embaucando y destruyéndonos .

La frontera tal vez no sepa muy bien dónde comienza, pero sí sé por experiencia que cuándo uno comienza a planteárselo y contemplar la posibilidad de estar enfermo o las consecuencias comienzan a superarle de tal manera que se pregunta el por qué, … se está dando un gran paso hacia la enfermedad.

¡Pues sí, por muy incoherente que parezca, uno puede llegar a ser bebido y acabar viviendo el resto de sus días dentro de una botella, viendo pasar la vida a través de su cristal, pero atrapado en ella.

Deja un comentario

Debes iniciar sesión para escribir un comentario.