Cuándo sólo con nuestra presencia ya incomodamos
No hace falta ir borrachos, estar de mal humor o enfadados, actuar inoportunamente o hacer algo en concreto para desagradar. Los alcohólicos somos imprevisibles, fáciles de alterar o caer en la provocación, dados al conflicto y a la discusión con facilidad, susceptibles, inestables, incluso a veces paranoicos. Que un día nos comportemos correctamente no significa que no nos desprecien con gestos,miradas,o cualquier tipo de ademanes.
Nuestra presencia crea tensión e incertidumbre. Por mucho que nos conozcan y se hayan acostumbrado, esta siempre les puede incomodar.
Nuestra enfermedad tiene mucho de social. Muchas veces las personas de nuestro entorno o alrededor nos temen. No sólo un temor a la agresividad o violencia, sino a cómo vamos a reaccionar, cuál vamos a montar, con qué vamos a sorprender.
Somos personas enfermas que no hemos desacreditado solas a base de reiteración de conductas inapropiadas, de comentarios fuera de texto, de malas maneras continuas, de comportamientos prolongados anormales.
No somos de fiar, pero no por nuestra capacidad de bondad o buena intención, que probablemente la mayoría la tenemos, sino por nuestra conducta frecuente bajo los efectos del alcohol.
Y eso no es cosa de un día o una etapa pasajera, es más bien permanente y en aumento.
Muchas veces nos hacemos la víctima, nos sentimos discriminados e incomprendidos, y nos lamentamos buscando compasión. Pero eso sucede porque nos vemos a nosotros mismos con la mente empapada de alcohol porque si pudiéramos vernos «desde el otro lado», del de la familia, los amigos, los vecinos … entenderíamos muchas cosas.
Andaba enfadado con el mundo hasta que dejé de beber. Fue entonces cuando comprendí que era al revés: el mundo estaba enfadado conmigo por mi actitud.[youtube]https://youtu.be/e5AIisWNvM4[/youtube]