¿Cuándo se dará cuenta?
Es la eterna pregunta de los familiares que sufren las consecuencias constantes y a diario del enferm@ alcohólico. ¿Cuándo se dará cuenta?, ¿Cuándo tomará la decisión?, ¿Cuándo reaccionará?, …
Como enfermo que soy, creo que «darnos cuenta» es algo que hace mucho tiempo que ya lo hemos hecho. El problema está en qué sabemos que si vamos en busca de ayuda o nos dejamos ayudar (llámese tratamiento, especialista) nos van a quitar a lo qué más amamos:la botella.
Nosotros queremos beber a pesar de las consecuencias y dramas.
¿Por qué esta actitud tan autodestructiva?
¡Porque lo necesitamos! y ahí sí que no nos damos cuenta y no lo reconocemos ni aceptamos. Creemos tenerlo todo controlado y no somos conscientes de que estamos enfermos porque bebemos no porque nos guste o por placer, bebemos porque estamos enfermos y hemos llegado a un punto sin retorno tan cruel que afrontar la vida, se nos hace más fácil consumiendo que dejándolo.
Por eso nace una tremenda negación y resistencia a considerarse alcohólico. No queremos ser alcohólicos, queremos ser bebedores «como todo el mundo», y eso ya no es posible.
Otra cuestión muy distinta es «¿Cuándo reaccionará?»
Esa pregunta tiene compleja respuesta si es que la tiene.
A veces ni con sustos, amenazas, reproches, separaciones de los familiares, e incluso tragedias, … elegimos continuar bebiendo que viviendo.
Sin embargo, la importancia de los qué están cerca o al lado y concienciarse de esta enfermedad: Como más la conozcan, más fácil será dar apoyo e intervenir en ese proceso si es necesario.
En resumen, ante estos dilemas considero que hay que buscar un equilibrio entre la esperanza y el no crearse falsas expectativas.
Por mi carácter, soy muy positivo y optimista y la experiencia me ha demostrado que nadie, nadie, es irrecuperable.