… cuando se acerca el fin de semana,

Hay muchos hogares en que la tranquilidad y la angustia conviven «civilizadamente» durante la semana. Se reparten los días: De lunes a a jueves ….calma, de jueves a domingo, preocupación, angustia, tensión, conflicto, desesperación.

Estos hogares suelen ser aquellos en los que el alcohol convive como uno más de la familia. Cuando alguno de los miembros (a veces más de uno) llevan una vida ordinaria, responsable, y normal pero cuando llega el fin de semana, la recompensa es poder beber.

Es duro tener que aceptar que alguien aspira a «su premio» semanal sólo con poder salir y beber con excusas varias (porque tengo descanso, porque me lo merezco, porque necesito relajarme de la tensión semanal, porque puedo salir y al día siguiente dormir, porque, porque, porque …)

Esta sociedad ha normalizado el consumo de alcohol. Beber en fin de semana no es tan malo,se piensa. No es malo porque todo el mundo lo hace, porque es algo común, está aceptado y se ve cómo algo normal.

Pues …cuando llega el fin de semana y se vive esta situación con frecuencia, todas las alarmas se disparan y fisiológica y psicológicamente todo se revoluciona: En el enfermo porque ya ve próxima su «recompensa» y empieza a estar contento y de buen humor porque está a punto de conseguir su licencia para beber. En los familiares, todo lo contrario: La tranquilidad, el bienestar, la calma que ha existido durante la semana empieza a desvanecerse y a difuminarse creando una serie de imágenes premonitorias de como va a suceder (incluso se repiten con tanta frecuencia que parecen «Dejà Vú») que lamentablemente ocurren.

El término «bebedor social» para definir a aquellos que sólo beben los fines de semana cuando salen o en ciertos acontecimientos confunde mucho. Se puede ser tan enfermo alcohólico bebiendo cada día cómo haciéndolo sólo los fines de semana.

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