Contra todo pronóstico
No hay que infravalorar nunca lo qué cuesta salir del infierno del alcohol o las drogas. Minimizar o restarle importancia sería lo mismo que animarle a continuar consumiendo.
La tasa de abandonos o personas que lo intentan y no lo consiguen es muy alta, y uno de los culpables es la presión social.
Cuando comenzamos con la recuperación alcohólica no somos creídos. Por supuesto nos lo hemos ganado a pulso después de tantos años de mentiras, excusas y trapicheos, pero eso no es bueno.
Cualquier persona que inicia un tratamiento está pidiendo ayuda a gritos para romper esas cadenas que le tienen atado. Somos personas muy frágiles, vulnerables y sensibles con una gran carga emocional, especialmente con el sentido de vergüenza y culpabilidad que nos tortura por todo aquello que hicimos.
Somos personajes contra todo pronóstico : sin credibilidad, sin inspirar una pizca de confianza, la mayoría con varios intentos encima, con una muy baja autoestima y una fuerte sensación de haber fracasado en la vida, lo que nos lleva a una gran inseguridad y frustración.
La recuperación alcohólica se tiene que emprender con fuerza, motivación y mucha, mucha, pero mucha ilusión.
No importa que nos den medallas ni nos aplaudan por el trabajo intrínseco que hacemos día a día, hora a hora, minuto a minuto, pero tampoco es aconsejable, que el entorno por muy quemado y decepcionado que esté y tenga sus verdaderos motivos, nos abandone en esos momentos iniciales tan duros.
En resumen, los que estén ahí, que entren o salgan pero que no se queden medio estorbando o entorpeciendo.
Por cierto, muchos más de lo que la sociedad imagina, sí rompen el pronóstico.