Comenzar todo, acabar nada.

Creo que el titular ya es en sí bastante específico y habla por sí solo pero esa realidad de la actitud que tenemos las personas alcohólicas de ser «aprendiz de todo, maestro de nada» nos construye (mejor nos destruye) en personas inestables, frustradas, y nos roba la poca autoestima que nos pueda quedar.

Es un ejemplo más de que el alcohol no «sólo» hace daño físico, sino que la verdadera gravedad de esta enfermedad es la muerte lenta psicológica y social que va padeciendo, a la vez que agonizando, el enfermo y todos los que le rodean.

¿Por qué nos comportamos así?

Ya sé que no se puede generalizar, pero en el caso del alcoholismo, los patrones de conducta son similares y se suelen repetir en todos los enfermos en una medida u otra.

El alcohólico lo comienza todo y no acaba nada porque todo lo que proyecta y sueña … lo hace bajo los efectos del alcohol. Aquí es muy típico visualizarlo con la persona que va bebida diciendo o vociferando todo lo que va a hacer en un futuro, presumiendo de su seguridad y capacidad para lograrlo, siempre bajo una tremenda fantasía y distorsión de la realidad, haciendo planes y estrategias de cómo y cuándo lo hará, para luego despertarse al día siguiente de bajón, depresivo, y desmoralizado por la supresión de los efectos eufóricos que el alcohol le había proporcionado durante esa noche mágica y creativa en la que parecía que se tenía que comer el mundo para toparse con su mierda de vida y realidad.

Todo es debido a unas conductas muy propias de la enfermedad: inestabilidad, falta de constancia y perseverancia, inmediatez e impaciencia, ausencia de proyectos que vayan más lejos que el de volver a consumir, …

Una persona enferma alcohólica no está para «diseñar» planes vitales ni sueños o proyectos, sino para pedir ayuda, ponerse en tratamiento, y tener la única ilusión que debe tener. Recuperarse y volver a vivir.

Con eso, …es más que suficiente porque si así lo hace, todo lo demás puede que vaya surgiendo.